jueves, 15 de julio de 2010

Muerte sin condena


Una noche más, estoy enrollada en las sabanas blancas sintiendo el único vapor que siento por estos tiempos el que me produce el desespero, estoy buscando que palabras poner en estos renglones y mas que balbuceo, es sentimiento.

Estoy buscando de que manera marcharme pero cierro los ojos y escucho de nuevo el silencio de las ruidosas gotas que habitan en la ventana, ellas me miran y tienen una carcajada pícara, detestan las gotas que están en mi cara y como si fuera poco se sienten desterradas, pues en otro tiempo eran ellas las que habitaban en mí cuando salía a sentir la lluvia fresca. Sigo recostada en la cama, limpiando mi cara, muriendo de pena, sigo buscándote entre pequeñas sonrisas, que son sonrisas poco sinceras, sigo soñándote del otro lado, pero estas en el mismo donde me encuentro, estas dando la vuelta y yo... yo no puedo detenerte en este momento.

Pienso en como camuflarme en tu billetera, tendrás mi foto o alguna carta de esas rápidas y llenas, o acaso habrás guardado alguno de mis documentos, sera que aún tienes aunque sea una de mis prendas... no lo sé, tienes el semblante triste, las manos temblorosas, la chaqueta rota.

Yo te veo, salgo corriendo y tu por el rabito del ojo me observas, no sabes que soy yo, me has confundido con tu enemiga directa y en un movimiento... estoy muerta. Una bala calculada a la mujer que llegaba a pedir que fueras su aliento y su fuerza, se ha ido, se fue primero que vos, se fue para contemplarte sin sumergirse en dolores y condenas.

Adiós mi amor, adiós.

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