jueves, 31 de mayo de 2012

Confieso


Confieso que me encanta todo de usted, que lo quiero y que irrumpe en el tiempo, en mi tiempo como si fuera la pila que no quiere correr. Confieso que su mirada me transporta a los 70, donde no tengo nada que perder y puedo amarlo hasta que me fatigue. Confieso que su sonrisa es mi idioma universal, que la llevo marcada en mi expresión y que si usted es una confesión, funciona como mi verdadero pensamiento. Confieso que conozco cada detalle de usted, que lo he visto por horas mientras se recuesta en el prado verde, que mientras estamos sentados en las bancas de la fría Bogotá, el sol crea sombras exactas en su cara. Confieso que mido su forma de respirar, que dos palabras al oído son suficientes para cambiar el rumbo de su vida.

Confieso que la poca memoria que me queda de esta joven vejez, le pertenece. Confieso que disfruto su olor natural, que mis pequeñas manos pueden hacer parte de su espalda sin un esfuerzo mayor, que el de dejarle caricias en su cuerpo. Confieso que he notado como nos ven los transeúntes de esta opaca ciudad, y también confieso que se les llenan los ojos de alegría. Confieso que su voz genera sensaciones nunca antes conocidas en mis mundos, que a las once de la noche es perjudicial una verdad, le confieso a usted que no puedo descansar en su ausencia.

Confieso que mis libretas están llenas de relatos que lo contienen a usted en pequeñas letras, pausas y finales. Confieso que lo he aprendido a dibujar, y también le confieso que puedo ponerle los colores a mi antojo y no me equivocaría. Confieso que me fascina su forma de sorprender, como se sorprende cuando no me conoce, confieso que le tengo miedo y aún así me entrego cada noche. Confieso que cada confesión está llena de temor, que es una amenaza para mis promesas, que no me quiero faltar, confieso que por usted puedo cumplirlas y que siempre hace falta en esta vida.

Confieso que en mi no es una necesidad, que tampoco es un capricho y que si es ganas de trascendencia. Confieso que mis aretes solo se caen para que usted se incline y al levantarse pase a dejarme un beso de esos que me inquietan. Confieso que mis caderas son recorridas por usted cada que el agua reemplaza su presencia, y le confieso también que usted es mi excusa a la hora de justificarme. Confieso que sus manos en mi pelo no son unas forasteras más, confieso que descifro sus intenciones y me callo para sentirlas.

Confieso que sé que esto va a terminar bien, confieso que ni siquiera sé si va a terminar, que no se cuando empezó, que no sé nada y no me interesa. Confieso que su instinto de protección es único en el mundo, confieso que me gusta como articula sus dientes en cada mordisco, confieso que como sus frases espontáneas no hay dos, confieso que me he confesado con usted en cada abrazo.

Confieso que usted es el plan, y confieso con temor que usted también es el error, la solución, el grito a media confusión. Confieso que usted es el frío, el invierno, la calidez, como si llegara a casa cada mañana, cada tarde y cada noche. Confieso que usted se ve bien cuando camina viendo al suelo, como buscándome. 

Confieso que usted es la recopilación de las expresiones que hablan por sus propios medios. Confieso que me inquieta su forma de disimular, confieso que admiro su resistencia. Sé que todo esto está de más, que usted de una u otra manera sabe la verdad, pero también le confieso que cada día deseo la temperatura de su alma, de su vida. Confieso que lucho por todo esto que parece un imposible que es más posible que cualquier otra realidad. Finalmente y sin darle más vueltas a este asunto que solo le compete a estas ganas de ser más...

Le confieso que hasta mis guerras internas, necesitan ser estrategia.

lunes, 14 de mayo de 2012

Rescatándola...


Aunque triste se hacía sentir, la extrañaba. Sin ella nada era igual, sin su dulzura, sin su color. 

Había cosas que me recordaban la melancolía que le causaba amanecer. No era complicada, era extremadamente sensible y se había pronunciado ante el mundo ya. 

Al menos era decidida...

Arder



El valor de las consecuencias no lo otorgas vos. 
Como tampoco le otorgas valor al amor, ni al olvido. 

Si no estas dispuesto a luchar, no te disfraces de guerrero, 
ni conozcas personas que te pueden matar.

No te arriesgues, ni vivas. 
No pretendas encontrar, no te convenzas. 

Si no le otorgas valor a las consecuencias déjate, 
déjalos ser, desaparece y vívete.

jueves, 3 de mayo de 2012

Esta noche...





Esta noche quisiera tener un bono de verdad sin consecuencias, quiero ver a muchas personas a los ojos y decirles que las odio de buena y mala forma, quiero sacar todo esto que estoy somatizando en una bronquitis, descansar.

Esta noche quiero poder dormir con él, quiero que haga más frío que cualquier noche, esta noche le quiero recitar un poema con suspiros en la espalda, esta noche quiero ser de él, con él, esta noche quiero que sea noche y no incertidumbre, ni dolor, solo quiero que sea un tiempo.


Esta noche quiero que ella me diga porque está inundada, tan inundada que no me puede hablar, esta noche quiero darle a ella respiración boca, boca, no porque la quiera besar, sino porque la quiero ayudar a regresar a la vida.

Esta noche quiero ver los ojos de mi mamá, quiero sentir los brazos de mi papá, y quiero recordar porque la vida me puso en mi familia.

Esta noche quiero ser yo, volver a ser yo, seguir siendo yo. Esta noche quiero habitar otro mundo donde nadie se conozca y donde todos sean mudos.

Esta noche quiero dejar de tener nombre, no quiero ser pronombre, palabra, sustancia, esta noche no quiero nada.

Esta noche quiero que usted escriba una justificación, que le permita amanecer conmigo.Esta noche quiero que duerma en mis caderas, que no pueda respirar, esta noche quiero que usted se muera en mis bragas.

Esta noche quiero que usted sea la última vez, esta noche lo quiero volver a ver, esta noche quiero que usted sea el libro que no terminaré. 

Esta noche quiero desconfiar, esta noche me pienso marchar, esta noche es una carta,
una despedida...

martes, 1 de mayo de 2012

Él es, y así se vive




Él tiene los ojos redondos, conoce sus manos a la perfección, tiene el cuello largo, los labios cansados, secos y rosados. Tiene los pómulos marcados, el abdomen para recostarme y perder, un par de huesos en la cadera irresistibles.

Él viste de tonos oscuros, camina derecho, pausado y sin afán. No es mío, es conmigo y me acompaña, me apoya, me escucha, me entrelaza la mirada y me lleva a conocer en cada encuentro de nervios un lugar. Suele impresionarse con facilidad, sonreír cuando el sol le está pegando en la cara, le gusta verme contrastar con el pasto y con el cielo gris, ese él es inevitable y sensible.

Lee sobre tesoros, misterios, trasnocha y le cuesta la ansiedad. Mide las consecuencias, aunque poco le importan. Me besa cuando no me lo espero, y eso tampoco le importa. No le importan mis razones, ni mis miedos, solo me hace vivirlos y olvidarlos a la vez, ese él es irreprochable.

Ese él es color, está en tantas canciones que me hace llorar de felicidad. Lo encuentro en los idiomas, y en las cosas que siempre había visto en las películas, en esas que me retorcían la existencia y la mierda de la cabeza.

Él es muchas palabras, tantas que no se las podría escribir aquí, es bendición, es la imagen de Dios en mi caos, es ingenuidad, es calma, paz, es locura, pasión, camino, es hogar, calidez, es recoveco, es salida, es profundidad, es incógnita, es respuesta, es probabilidad. 

Él es y así se vive...