jueves, 1 de julio de 2010

Cicatrices



Y de repente no podrá evitarlo. Actuará casi como un autómata y de sus manos saldrán dos iniciales encerradas en un tosco corazón. 

Será en ese preciso y precioso instante, al ver terminada su obra, cuando por vez primera se emborrache de felicidad. Al fin habrá compartido su dicha con el mundo. Su amor será correspondido, tal vez los separe un mundo, quizás se agote antes de empezar a madurar o puede que acabe convirtiéndose en oscuro desamor.

Pero su árbol, aquel que un día quedó tatuado para siempre con una cicatriz en forma de corazón, se encargará de recordarle el resto de su vida que el amor, a pesar de todo, será el motor que moverá su pequeño gran universo y el único sentimiento que le hará sentir completamente vivo. Y que las cicatrices siempre duelen...


Silvia de Luque

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