lunes, 5 de abril de 2010

Y sin palabra alguna


Era una noche fría, la ciudad estaba concurrida, iluminada, y un tanto fastidiosa, sin embargo yo sentada en un paradero, esperaba ver su cara o siquiera su voz, asomándose por el aquel anuncio rojo que me acompañaba...

Estaba ansiosa por verlo, movía mi bufanda de un lado para otro, y empezaba a sentir nostalgia, tan solo porque pensaba que no iba a aparecer esta noche, la gente que transitaba las calles me observaba, y yo con indiferencia los veía y les decía: Siga, siga.

No se de donde salió, pero cuando dejé de ver los buses pasar y me volteé... y él estaba allí con una leve sonrisa, y estirando su mano para que yo la tomara, sin duda alguna la tomé, me paré de aquél sitio y le di un sincero abrazo, me dijo: Buenas noches (y no volvió a pronunciar palabra alguna).

Prendió un cigarillo, y creo que empezó a fumarse el pensamiento, apretaba mi mano cada vez un poco más fuerte, detuve la caminata, y viéndolo a los ojos le brindé un apasionado beso.

Arrojó su cigarrillo a la calle, puso mis manos sobre su rostro, agarro mi cintura con propiedad, y respondió mi beso como si nunca antes hubiera tenido uno de esos apasionados, deliciosos y cálidos que supe dar.

Terminó, me vio a los ojos, cogió mi mano de nuevo y seguimos caminando, de nuevo nos detuvimos.

Me señaló una estrella, y en un papel de esos que tenia en sus perdidos bolsillos me escribió con tinta roja: "He vuelto a creer en ellas"... yo le respondí en su nota: "¿en ellas?"... y él respondió: "Si, en las estrellas".

Guardé aquella nota en mi bolsillo y seguimos caminando, llegamos al parque, aquella noche teníamos antojos de ver el cielo, nos sentamos, el pasto estaba húmedo, pero se sentía como de piel de arándano, nos recostamos en aquella bufanda rosa que yo llevaba en mi cuello, se posó sobre mi y acariciando mi pelo me dijo: "No sabes cuanto te amo, aún no sabes cuanto te quiero".

Desde aquella noche jugamos a encontrarnos en el pasto con piel de arándano, a escribir notas de letra roja, a posarnos en nuestros regazos, a dar vueltas hasta que uno de los dos narré el sentimiento encontrado en la noche de estrellas.

Y una vez más... deja que todo suceda.

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