lunes, 19 de abril de 2010

El día en que alguno de los dos tuvo que volar


Hace unas horas que se me vienen inundando los ojos, creo que tengo que llamar al plomero pero he perdido su teléfono. Creo que he gastado bastantes pañitos en el suelo para no resbalarme con la humedad de las lágrimas, pero que mas da, si me caigo no será mi primer golpe, y existirá algún analgésico para aliviar el resentimiento de mi cuerpo.

Muchos dicen que siempre he estado sola, que no merezco llorar, que va a regresar a mi, o que a lo mejor solo soy una ilusa, que importa, igual nadie entiende que eso no es lo que duele, lo que duele es la ilusión marchita entre un matorral de margaritas amarillas.

Duele salir a la calle y no tener la emoción vivida mucho antes, duele no tener agudizado el sentido del olfato, duele no disfrutar el tacto, duele no volver a ver esas sinceras sonrisas.

Hoy no espero que me comprendas, ni que sigas a mi lado, hoy no pretendo que vengas con flores, chocolates o canciones a decirme que sigues enamorado, hoy no pretendo nada, hoy no pretendo enfrascar mi vida, hoy solo pretendo dejarte volar.

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