domingo, 18 de diciembre de 2011

LXXII



Y así ella camina, en esos mundos perfectos, en esas elipses que no varían su forma. Camina con algo más que una conciencia limpia, camina con mucho más de lo que alguna vez había pedido. 

Sigue su paso, tomando cada paso con calma y haciendo del camino una estancia de felicidad. Es posible que no haya conseguido su éxtasis, pero conoció la felicidad…la vive, la respira, y definitivamente por eso conserva esos ojos

Entiendo de muchas formas, el “porque” de su movimiento lejano, de su paso calmo y suave, de su sonrisa. Ha conseguido finalmente poner, con mucho arte, las piezas en su lugar. Cada pieza con la posesión de su propia importancia, con la posición deseada, con su función designada, inamoviblemente cumpliendo con su deber. Es apenas lógico de estas piezas mantenerse en su lugar, es más que infame que una de ellas no desee su lugar. 

Y así, ella tiene su impulso, su maquinaria, nada desencaja, todo por fin está en orden. No puedo evitar mirar desde el fondo de la monstruosidad de la máquina, no puedo evitar ser el último engranaje, nunca podré saber cómo se siente encajar del todo en su movimiento. Cómo anhelaba encontrar un lugar en su mirada. Pero el último y corroído engranaje solo puede esperar estar. Solo se debe conformar con su existencia. No tiene derecho a exigir nada más, solo el hecho de presenciar un ápice de un gesto. Así siendo un engranaje…nunca, nunca nada más.    


F.C.S.M
(solo se publican las iniciales del autor a petición de él mismo)

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