viernes, 23 de diciembre de 2011

¡Sin bebidas calientes Federico!


Eres un pasaje y un infinito perfecto para conjugar, vamos a decirle a la vida que mereces ser verbo y te quiero, y tienes el infierno comprado y separado dos vidas más y cuatro amores que te están esperando para dejarte sin nada y a mi no me afecta compartir la cama...

...Por lo general cuando renegaba por el azúcar regada en el mesón, decía entre dientes que quería una mujer que  no se quejara de la vida y que buscara la muerte en cada salida, calladita a ver si podía extrañarla más allá de sus caricias.

Y si yo acá, desvariando a las 03:31 en Villavicencio, saboreandome esta vida que sabe amarga si me levantan cuando mis ojos todavía están reacios y hacen lo que les place, cerrarse y volver a entablar una relación con el resto de mis partes, Federico, acá íbamos...

-¿Quieres huevos?
-No molestes joder...

(me muerde pasito un pezón y lo que me despierta es ese roce de su barba con mis sensores de ganas de amor)

Federico hacía mucho había conocido otros caminos y ahora me mostraba a mordisquitos el paraíso ¡por Dios! sus dientes tenían la medida perfecta para que no fuera dolor, ni amor, para que fuera; y eso era suficiente entre nosotros. Si me gustaba lo que leía en sus informes de oficina, podía ser que concretáramos un café y eso lo mantenía ilusionado siempre, jamás se perdió la magia del encuentro hasta que yo me corté el pelo.

Decía que no sentía que me podía sostener y que si caía no podía caer, entonces nada volvió a ser igual.

Ahí donde dejamos de ser cintura y abdomen, empezamos a ser corazón y ese fue nuestro momento, desear blusas traslucidas, sacos de lana, una barba sin afeitar, un bigote que me hiciera cosquillas en el pecho y en la entrepierna, todo pasó de ser encuentro para ser entendimiento y ahí nos llevaba un perro en el hocico, mordiéndonos la yugular, ya había dejado sangre en su camisa...

Por lo general, el hombre de este intento de relación era yo, la que nos ponía en el lugar y la que no dejaba que las cosas avanzaran más de la cuenta, pero no, intento fallido número y olvido, Federico ya estaba un paso más allá y siempre que estábamos medio arropados liberando el calor que nos dejaba vernos a los ojos, me decía que recordaba ciertos fragmentos que no volvería a leer igual y que los paseos a la biblioteca después de todas esas bebidas calientes, baños de gato y lavadas de dientes con mis caderas en sus manos, iban a ser inminentes y yo no le creí, al final mi abuela me había dicho a los 6, que era mejor dejar manchado el espejo que poder verse completo, y Federico siguió, iba a mi casa cada Jueves, amanecía los Viernes y no le molestaba saber, que el resto de la semana, otra persona iba a llenar de sudor de pasión mi casa, así era él.

Yo sabía perfectamente cuando quería que sus ojos se quedaran en mi piel y me sobraban las mañanas sin tener que recurrir a la universidad para recordar como encajaban esas intenciones en mi boca, como cuando me empezaba a besar en la puerta del apartamento se me enredaba la bufanda en el pensamiento y ajá...yo era la mujer del paradero con los pómulos pronunciados que el jamás había pensado, la puta que no parecía puta, la que sonreía sin cesar, la que lo miraba fijamente sin temblar, Federico era masoquista yo le había advertido en la 9na, que no confiara en mi ternura traicionera.

No hacía falta nada más para caer con rectitud, con actitud, no hacia falta imaginar como era recibir una muerte llena de vida, no hacia falta nada más para soñarme atándole el pelo a un caracol, para sentir ese cosquilleo en los dedos, Federico te invoco mil veces más porque el ventilador no opaca tus ruidos en mi cabeza, a penas si me sigo estremeciendo y la verdad, me gustas, me gustas completo, hablando entre dientes, dejándome pistas en el cajón, llevándome el desayuno sin rosas y sin bebidas calientes guapo.

Dijo alguna mujer que iba en el nudo de la historia, que faltaba el desnudo y este mundo si que está oscuro señor, venga mejor y descifremos demonios al ritmo de jueguitos con sarcamo, venga déjeme saber que aún sabe colgarme besos que me recorran la conciencia en el pelo, que todavía puedo sentir, que usted está aquí, haciéndome el amor a palabras y versos, aunque este lejos...


...Siempre sonreí extasiada después de encontrarlo
en mi cama, el agua de la bañera que tragué 
sin querer, por no saber si suspirar, respirar o besar
no fue intencional, que se mueran mis amebas
que para eso esta este fuego que me quema.

No hay comentarios:

Publicar un comentario