Cansada de escuchar, de leer, de sentir y de empezar a creer que mi verso no era de pan y agua, que no podía, ni sabía alimentar esperanzas llegó ella con esa mirada al alba, cargada de sonrisas y una que otra historia sin prisa, llegó a decirme con un apretón de manos que lo mio no era de pan y agua pero era de sal y mermelada.
He dejado de empinarme, para estar a la altura de tus calles...
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