sábado, 28 de mayo de 2011

Decirle al tiempo cuando se va...



No recuerdo la fecha y tampoco la hora de este cuento, de este aroma...

Mientras Miguel y Ofelía hablan en esa tienda de la esquina (tienda llena de estruendos y uno que otro hombre sin miedo que la desvestía con la mirada) intentando esconderse de los afanes y de un 'todavía' el mundo por primera vez habla y calla al mismo tiempo en meses.

El ruido está de más y aún así es la melodía más deseada, no hay nada como las farolas de las 11 de la noche titilando, avisando que la cama los espera, sin duda tienen amor, un capricho ¿quien sabe como llamarle a esa necesidad de encontrar ojos, palabras e indicios de cariño?.

Llenar espacios es la misión y cambiar los ángulos la promesa, el día siguiente es un ideal pues morir esa noche es lo que quisieran, un último suspiro, el último consumo de esa droga tan letal, él y ella.

El vodka es el óleo mientras Miguel la besa, y una risita mentirosa lo que les recorre el lienzo del miedo como avioneta en un cielo despejado lleno de gaviotas y garzas terracota, los envida la lluvia, los llama la luna a dejar un cráter de simpatía, el arte de las miradas, la obra del amor en la cama.

Sus dedos tiemblan, y los ojos arrojan destellos enceguecedores para cualquiera que no se atreva a parecer "idiota", han pasado solo minutos, nada es como la primera vez pero el suceso lo intenta, aún así existe la magia y no es amarilla, ni rojo escarlata, el celeste esta fuera de esta paleta de tonos, el color de esto es el ámbar intenso, escurridizo y con trementina, un ámbar a punto de desaparecer pero luchando por crear una nueva forma.

Se han atrevido a tomar distancia después de haber sido uno en el mismo instante preciso, en la misma sonrisa esperanzada. Ninguno de los dos sabe como terminar aquella visita, dan rodeos, enlazan palabras, crean silencios, se roban besos y coquetea la nariz de Miguel con esas, sus orejas, el matiz mágico es ese "no quiero decir, pero lo diré", ese "no lo tomes a mal pero es que..." están cubiertos de contraste, ebrios y sobrios en el mismo viaje, amándose.

Una noche, el vodka está por terminar...

"Siempre olvido las cosas que haces" dicen al tiempo cuando sus pasos se alejan en la calle, pero sus ojos se quedan en la espalda, la sonrisa llora y el lamento solo disfruta ese adiós con la excusa de volver a verlos ahogados en la penumbra.

"Estoy feliz de haberte visto a los ojos", dice Ofelia.

Están helados, pero no hay otro sonido ahora que el del silencio que guardan para volver a buscarse y tener un motivo más para continuar la conversación que dejan inconclusa cada que la botella los obliga a enfrentarse en la oscuridad de sus derrotas, en la claridad de sus pasajes, en una promesa viva y una tormenta en prosa...Ofelia ha dejado caer su cansada y rubia cabellera, Miguel ha dejado secar la ropa que le recuerda a esa mujer que siempre y nunca ha sabido caer a sus pies.

Hasta un próximo encuentro, le dijo la tercera papila gustativa de la lengua a Miguel mientras él solo intentaba recordar su nombre.



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