domingo, 10 de marzo de 2013

Aquí



En este lugar no se duerme mientras no estés, soy el centinela de tus noches, algún tipo de ser humano apático al tiempo, e irreverente ante todo lo que no tenga que ver con volver.

Volver en el sentido menos estricto de la palabra, volver en el sentido más insensato y testarudo. No hace falta contar los días para saber que te vas, que los días se harán lentos y las noches pesadas, como esta cobija de lana. No hace falta almorzar y cenar sola sin escucharte cada noche para saber que soy un pobre demonio solo, que a veces no necesita más que un pobre demonio que le consienta el pelo.

Siempre he creído que los mejores seres humanos son esos que se deleitan con los pequeños detalles que poco y nada tienen que ver con el dinero que puede derrocharse, porque no hay como malgastar o aprovechar la vida, aunque sea en una cama, aunque sea en un restaurante cualquiera, aunque sea por ahí o por allá, hablando de lo que mañana no importa.

Estoy aquí, cerrando los ojos y arreglándome la sonrisa para cuando llegues. Para que de nuevo los labios te queden más rojos que las fresas de cóctel, para inhalar tu olor hasta que todo seas vos, para que el borde de la cama no sea tan aburrido en las mañanas...

Es hora de volver a mi rutina, de servir la mesa para dos, de poner aunque sea las almohadas al lado izquierdo. Es hora de marcar los días en el calendario, de pensarte feliz, de no llorar en tu ausencia, es hora de tener la certeza de que al menos me imaginarás cuando pises la arena.

Y que ojalá nunca se quede en otro lugar,
ese que llegó para hacerme saber lo que es estar...

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