jueves, 4 de abril de 2013

Una mujer...



Hoy vamos a hablar de una mujer singular, particular, única y común, escéptica, confundida, condenada, una mujer de esas que sostiene las cejas y decide no parpadear. Hoy vamos a hablar de un ángel, de un demonio, de un espíritu. Hoy les contaré sobre este alcohol, sobre este cigarrillo, sobre una mujer que inspira miedo, ese que se confunde con respeto, una mujer que es presente. 

Ella. Cultivaba silencios que te obligaban a callar, iba disipando la magia y sin embargo era mágica. No consentía el café, nunca la vi sostener un agitador, prefería endulzar con panela, añadir canela y recortar los temas dejando ver la falta de interés. Nunca supe si le importé.

No se le veía con nadie, enemiga principal de tomar la mano, de las demostraciones de afecto, cariño y compasión. Siempre llevaba el pelo de lado, lo dejaba caer sobre los hombros, le gustaba ver la gente llorar y llevaba la sonrisa firme en la cara. Su espalda era una curva que desembocaba en la frialdad, no obstante la calidez de sus ojos no mentía. 

Los labios los llevaba quebrados y se quejaba del dolor, la sangre no la contradecía, ella era dolor desde el cuerpo hasta sus escritos. Estaba destinada a ser la excepción, a dedicarse a nada, a ignorar la ciudad vacía...

En las orejas traía un musical, en cada mano traía tatuados sus olvidos y su persistencia. En la nuca traía el recordatorio del hacer. En sus piernas traía la libertad y corría descalza por la alfombra.


Ella sabía cuando hablaban de ella, podía oler el odio, la hipocresía y el desdén. Ella sabía tantas cosas que olvidaba la mitad, por eso no hablaba, escuchaba a los demás y les mostraba la muerte cuando pronunciaba las mismas palabras que habían dicho sin pensar.


Tengo la plena convicción de que todos conocemos a una mujer de estas, y no por eso estamos jodidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario