martes, 10 de agosto de 2010

Él


Y fue la pregunta que llevó al descontento de un par de vidas, narrarle ese inconformismo que me rodea con el mundo, y el alivio que me da el sonido de su agitada risa, el deleite de sentirlo cerca y el fastidio de no verlo satisfecho con sus cometas color violeta.

Voy poniéndole tono a todo de un lado para otro, intentando darle sentido a mis textos cuando aun no tengo ni el mínimo fundamento, cuando esa imagen se confunde con su presencia y las gotas cristalizadas son el limite de mi sonrisa dibujada y a veces enfrascada... fronteras entre un siempre, un tal vez, una vez cualquiera, el alquiler de mi ser para aparecer sin olvidar lo que viene y lo que me espera, un par de pies cualesquiera que me engañaron con esa sensación de tocar la tierra... vuelve el limite de los susurros, el infinito de mi distancia al viento, los ojos que ya se confundieron con la neblina de su fuerza, con el recuerdo de su mirada malévola, de sus cansados pies, de su barrera indispensable para no pasar por un enamorado más del mundo, por un soñador de sus deseos.

Él, la noche y su mirada lejana, la distancia de su ser con las estrellas, su capacidad de callar, su mirada charlatana, su luna sarcástica, su sol insoportable, sus estrellas cambiantes y poco sinceras, su ilimitado sollozo, su violencia mundana, el gran dilema de ser o parecer ante sus ojos para volar de manera picaresca, caminar o imaginarse ante la inmensidad de la noche... él, él y su inmensa forma de ser.

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