lunes, 5 de marzo de 2012

Relatos de un él, que ya no es...




Pienso, luego existimos.

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Calificativo, como siempre lo fue, llenando a las personas de adjetivos innecesarios para poder expresar todo lo que su léxico no le permitía. Sin pudor, y como cualquier hombre que no ha conocido la suavidad de una mujer, burdo. Y yo, llenándome de sus calificativos y de su ser carrasposo e inaccesible, el cuerpo lo podías comprar, el alma no te la ganabas ni por accidente. Y así transcurrían los días...

Historia 209 y ahí se va, mientras relato la forma de esa nariz que busca desembocar en un beso que me ahoga.

Sus visitas siempre estaban llenas de manos en los bolsillos, besos en el cuello, corrientazos en el cuerpo y sacos que se tenían que lavar, nos recorría un olor penetrante y casi que se acaban los panecillos, excusa por terminar, estar pendientes de las boronas.

Se me acercaba con el misterio característico de los mordiscos que estaban por llegar al labio inferior, y te abandona la paz cuando más la necesitas. Era un hombre que hablaba de mareas sin conocer el mar, y frecuentemente olvidaba con intención pronunciar el nombre de esa mujer, con la que se hacia vida en un intento de vida.

Como explicar esa sensación de respirar todo lo que algún día dejé de soñar...

Afirmar, que vos sos la mismísima muerte prolongada y ya no importa nada si como el delito, la ley, la justicia que cojea, así como llegan ellas, llegas vos, tarde pero te quedas conmigo.

Si tu supieras habitar las noches...

Un cuerpo del que absorbes hasta la última gota, un cuerpo que nunca fue un amor de recordar y aún así cultivó sentimientos durante unos años y algo más empezando por su mamá... y si me tengo que marchar es porque ya no puedo conjugar el verbo amar en tu vida. A eso se resume la tristeza en lo que logramos derrumbar, dinamita de dos y todo explota y escombros de corazón es lo único que rescata el olvido, rastros y días conmemorables para pasar adolorido.

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