viernes, 26 de marzo de 2010

Ella era un susurro de la palabra existió



Habia tenido un día calmado, sin muchos sucesos anormales, sin muchos disgutos personales, lentamente recostada en mi cama, plasmaba en mi cuaderno unas letras, letras que al final no decían nada, estoy rodeada de ángeles, de fragmentos seguros, de narraciones imponentes, estoy rodeada de frases, a lo mejor solo palabras, por último solo letras.

No espero que entiendas mis lineas, ni que descifres mi estado de ánimo por prestarme atención, hoy lo que menos me interesa es decirte como estoy, porque no estoy, me fui hace rato, ¿acaso no lo has notado?

Los pájaros ahora vuelan en este espacio, los perros corren y saltan, las flores ya no se marchitan, yo me he ido... me he marchado de aquí.

Notas musicales rondan en mi cabeza, puede ser un sonido mortal, pero es una voz tan celestial, ven aquí contempla mi mirar, ven aquí abrázame bajo la luz de la luna, no te vayas... solo siéntate, toma tu vaso de agua y cuéntame tu día, cuéntame tus penas, confía en que mi brazo te apoyará.

Imágenes de un recorrido por tu pierna derecha, allí me he perdido un par de veces, intentando llegar a tus ojos, he sido tonta he ingenua, pensando que tus ojos están abajo. Bueno ni tan ingenua, es que siempre vas por el camino correcto que a veces pienso que por tus piernas corre la ubicación y el manejo del espacio.

Ahora me estoy viendo un espejo, he cambiado... creo que todos cambiamos, ven acá, róbame un beso, una caricia, un momento espontaneo. Muéstrame los utensilios de la persuasión  con ellos hazme creer, que este parlamento está bien escrito y que ya no puedes hablar, porque careces de una sensación real.

Era un día como hoy en el que yo no quería tener más en la lista de defraudados, por eso decidí emprender mi vuelo, a una isla donde esté nombre jamás sea recordado. De eso, yo me aseguraré.

Aquí murió: Angélica Parrado Sánchez.

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