domingo, 29 de enero de 2012

Ausencia premeditada


Lo acabo de ver pasar y si les digo la verdad, hubiera logrado ignorarme de no ser porque derramé el capuccino y porque traigo un saco rojo que no pasa desapercibido entre tanto negro y tanto ladrillo...

Sigo mi camino y me dispongo a cruzar el torniquete que me acredita como estudiante de alguna universidad, más marcas para mi vida, etiquetas; él sigue como quien va de afán a absorber el frío de esta ciudad. Me lanza una medio sonrisa y me apresa la mirada, aprieta los ojos rectificando que sea yo a la que le está entregando su demonio y entonces logra saber que son mis pómulos los que se sonrojan sin piedad y pronuncia "tú, tú, tú" con una desesperación, buscando que me acerque a saludarlo.

...No lo logra, hago caso omiso a sus ojos oscuros, a su sonrisa, a esa forma en la que señala que satanás lo ha venido a visitar, coquetería universal, vuelve y juega...respondo "dime, dime, dime" caminando sin pausa, esfumándome entre los demás, él se empina, me intenta encontrar, pero ya he hecho mi mayor esfuerzo por no robarme otro pedazo de vida.

Me acerco a la cafetería, y busco un latte pequeño esta vez, y me concientizo de que no lo volveré a ver, y que si lo veo me voy a volver a esfumar, porque mi carne no es débil, pero si tengo tentada el alma. Como me encanta maldito ser, nunca lo encuentro y cuando lo encuentro se (me) pierde.

No necesito algo más que ese pedazo de vida,
donde la luz estalla y las voces se escuchan susurraditas...

2 comentarios:

  1. Siempre hay esperanza para un pedazo de vida que no se rinde jamás. Bacano blog.

    Un abrazo...

    ResponderEliminar
  2. Gracias a ti, por venir hasta acá a darle tu tiempo a estas letras...

    ResponderEliminar