Esperando a ser hallada, la encontró…
Escribir un guión de la vida propia se
complica. No todas las veces se está en disposición de contarle a cualquier
lector que conoces del mundo, algo de aproximación.
Entonces uno se llena de pánico, porque nunca se sabe quien va a leer, con que tono,
con que supuesta historia lo relacionarán y al final nada importa.
Ahí estoy yo, afanada en mi casa porque llegué tarde hasta a mi nacimiento, arreglándome el pelo, el pelo que nunca acepté.
Corriendo desnuda por mi casa pensando que usar, en como me verá, si creerá que
me veo muy seria o excesivamente juvenil, no me gustan las fiestas, y eso no
implica que no me guste el licor, pero definitivamente no me gusta el gentío,
ni el escándalo, la variación de la música, el exceso, no puedo parecer
demasiado juvenil, no lo soy, al menos dentro de la definición de juventud para
los jóvenes.
Él es joven, tiene a penas unos veintinoséquenúmerovaacá.
Siempre he creído que hasta los 18 se cuenta con exactitud, de ahí para ya todo
da lo mismo en algún punto.
Distraída desde el inicio hasta el final, para
completar me falla la memoria, me dicen cosas que no debo olvidar y eso parece
un indicador para ser lo primero que olvido. Es grave, pero tampoco me muero
por saber que es lo que debo tener en mente.
Me termino de arreglar, tengo el pelo perfectamente
liso, castaño claro, con un flequillo que jamás tendrá lugar, me pongo el pelo
delante de las orejas y dejo que me acaricie la cara ya que el viento frío la
ataca.
Tomo un bus que me dejará a dos cuadras de ese
lugar, tendré que caminar, eso hará que el rosado de mis cachetes se pueda
disimular con el esfuerzo de los pasos aunque sea evidente la cercanía del
lugar, 45 minutos en el bus, voy tarde una vez más.
…Si me quiere me va a esperar, si no me espera
que se vaya.
La avenida concurrida está ahí, lo de menos es
el recorrido pues el inicio es el final, ahí lo veo, sentado en calma, porque
es calma y desde ya lo puedo notar. Efectivamente estoy más rosada que un
clavel, es ese rosado fuerte que empieza a palidecer, él no sabe que soy yo,
por alguna razón se que él es él y ¡demonios! me quedo parada en la esquina de
ese almacén esperando tener el valor para acercarme y caer sobre el sin darle
oportunidad de revelarse.
Entonces paso la calle, me enfrento a algunos
carros que me quieren obstaculizar, bueno, acepto que esto es solo drama para
la historia.
Llego a él, como si nada más pudiera pasar lo
abrazo con fuerza y no lo dejo decir “hola”, sería entonces lo más común y empezaría
a bostezar y todo acabaría como todo acaba ¡no! es excesivamente guapo como
para que acabe como si fuera alguien a quién no vería ni en 357 pasos, entonces
me da un beso en la mejilla y me invita a sentarme en un lugar en el que todos
se sientan, pero no se siente como si todos te invitaran a sentarte en ese
lugar, es una cosa extraña, tan extraña que me toma de la mano sin decirme nada.
No cuestiona mi demora, hablamos de personas
que poco nos interesan en realidad, pero que introducen bien nuestras vidas...me
invita a tomar un café, y pienso que voy a ir al café donde he ido más de no sé
cuantas veces. Pero como el error buscando la persona para cometer la
equivocación, agarra mis dos pequeñas manos llenas de heridas por una vida que
acaricié hasta que me dolió y caminamos en forma vertical, como subiendo al
cielo.
Ahí, justo ahí donde el semáforo parte la
ciudad, la ciudad misma cambia, deja de ser agitada y esparce un aire de
tranquilidad, no puede ser diferente estar con una persona que me acaricia las
pestañas con cada suspiro que da, cada que se ahoga. Hace comentarios sobre
animales, comida, actitudes que no puede tolerar, de vez en cuando me roba una
sonrisa y no puedo dejar de pensar que lo quiero para mi vida, bueno para mi
vida no, en mi vida suena mejor…
Es extraño, todo es extraño, una luz naranja se
posa sobre el lugar, una luz tan naranja que no puedo grabar su color de piel
original, toda la tarde es confusa, no he visto la hora una sola vez y no
quiero verla porque de nada sirve.
No puedo crear largos párrafos al describir la
sencillez de un encuentro que no parece fugaz, porque si algo se disfraza de
eternidad, sencillamente no puedes contárselo al mundo porque es demasiado
inmenso para las letras, y estas son finitas y concretas. Como las matemáticas
hechas poesía, pensando en la métrica, en la cantidad de sílabas.
Estamos ahí, él y yo, en un café y en una frase
juntos y también separados.
…Debo recordar que mi vida tiene compromisos y
que la libertad es utopía.
Nos dirigimos a la caja del lugar, pide un
capuccino y pido un latte, de esos que solo se toman a las seis de la tarde; el problema es que no sé si son las seis.
Con las uñas cortas y trozos de dedos nerviosos congelados por la impasible
Bogotá, golpeo la mesa intentado crear un ritmo para la conversación.
…Fracaso.
Como si hubiéramos invocado un motivo para
acercarnos un poco más sin levantar sospechas, caen gotas oliendo a humedad,
las personas corren como hormigas cuando acaba la primavera, las calles parecen
un mar, al menos un río de ciudad, los árboles rugen siendo la autoridad, el
viento es fuerte y golpea, tiene instinto protector y entonces corre su silla
esperando a ser golpeado, asustado, humedecido, ahuyentado él, anteponiendo
todo su ser por verme bien, entonces es demasiado tarde…
He permitido que entre, que llegue a lo que
soy, si tenía un espacio ahora era nuestro. El café se está enfriando y no hay
nada más puto que un café frío cuando hace frío, si eso ha de suceder, tendré
que buscar un beso, calidez, no puedo morir de frío, de un golpe, de depresión
pero de frío no… pero debo recordar que mi vida tiene compromisos y que la
libertad es utopía.
-Lo siento.
-No hay porqué.
Aparece un perro que nos da a las rodillas, los
dos rondamos el metro con setenta centímetros, se llama Facundo y su dueña no
parece ser de acá, en este momento nada es de acá, ni esa mujer, ni Facundo, ni
el café, ni el aguacero que está por caer y mucho menos él.
Así que hacemos una pausa en tanto antojo de
dos y acariciamos el perro pensando que algo va a cambiar, lo que no sabemos
aún en ese segundo antes de que sea futuro es que por el contrario, mi mano se
va a rozar con la de él y vamos a saber que tenemos la piel suave, los dos y
que hace mucho no nos acaricia alguien con ganas de amor.
Todo es más grave que lo que estoy narrando…
Nos podemos enamorar, soy una visionaria. Es
grave, estamos totalmente comprometidos. Él con su vida llena de por menores
como me lo ha contado mientras se enfría Bogotá y yo con mis compromisos con
los que parezco una mujer de más de 50.
La mujer obtiene su café, se marcha con Facundo
el marrón y volvemos a quedar solos con un cubo de hielo entre los dedos, como
si estuviéramos abrazando un iceberg o fuéramos esquimales.
Como cuando me invitó a salir, vuelve a
llenarse de valor –es un guerrero, uno de esos que se enfrenta hasta con el
miedo– y decide acercarse mas, yo sé que está mal pues no he dejado de ver su
boca una sola milésima. Tenemos algo en común, el tono de los cachetes y el
tono de sus labios; son claveles que no han sido sembrados. Tienen forma de corazón, la línea que los contiene está
perfectamente delineada como si fuera un territorio que tiene fronteras, en el
que nadie entra. Al final de cada frase los humedece como hidratando las palabras con las que me va a mojar, y sus dientes un poco desviados de la vida misma no
le incomodan. Cuando siente nervios aprieta con fuerza lo que no debe decir, lo
sujeta para que no me vaya a empujar, pues conoce el poder de cada sílaba.
…Se está acercando y yo solo les puedo contar a
ustedes esta historia ¡diablos!.
…Se acercó.
Me ha acorralado en el lugar donde quiero estar
acorralada, tiene sus ojos sobre mí, me dice que tengo ojos grandes y redondos,
de esos que ha visto ya pero no del color en el que se hunden los que me han
dado, me toca la cara, se acerca más. Tengo miedo, pero no soy capaz de
levantarme de la mesa, ni siquiera de correrme hacia atrás.
Tengo claro que no voy a dejar que me bese, lo
tengo claro ya, pero solo quiero que me sienta un poco cerca. No es pecado
¿verdad?, si lo es ahórrense las explicaciones, la moral y todos esos cuentos
que no me han visto nerviosa desde años atrás.
Hace frío, la ciudad está colérica y no se
calma, la ciudad es una persona, tiene actitudes de ser, y por eso hay que
hablar de ella como un ser común y corriente que también tiene mini-habitantes.
Ahora mi pelo liso, ese que me arreglé para que
no pensara que soy una mujer abandonada es acariciado por el viento y la furia
de ella, de esa ella de la que ya les hablé. Se interpone entonces entre los dos, porque yo no tengo
motivo aparente para dejarlo. Seguimos hablando de cosas que no recuerdo bien,
pero sé que no era nada importante, debería recordarlo pero no tengo memoria,
algo falla en mí, solo puedo recordar cosas que relaciono bajo el color y
sensaciones que ya he vivido…
Estamos a cuatro centímetros de cada uno, el
café va a terminar, no puedo siquiera saber en que momento lo bebí, ni en que
momento decidí dejarlo ahí. Él también sabe que no me va a besar, creo que me
respeta. Sonrío porque lo acabo de descifrar, y ¿no les ha pasado que sienten
que los órganos están danzando? bien, si no les pasó tampoco me importa, en
serio.
Sé que el páncreas estaba a punto de colapsar,
igual los riñones, la vesícula, el corazón y el hígado.
Siento la poca piel que se puede tocar en su
cara, paso por sus cachetes con mi barbilla y sonrío con la mitad de la cara…me puede besar, pero no lo hará. Quiero creer ahora que me respeta y eso
conlleva a que me quiera. Entonces con un gesto suave, digno de él, de un él y yo,
junta su nariz con la mía, y así su frente con la mía, y así su mano izquierda
con mi mano izquierda sobre mi pierna, suspira y despega todo en menos de dos
segundos pensando que se irá, que nada vale la pena…
Corre su silla de metal con detalles ocres
hacía atrás, golpea la mesa y me abraza… como si nada pasara.
Se me escapa una carcajada y no lo puedo creer,
ya voy a cumplir 20 y me siento de 10. Recibe una llamada y se tiene que
marchar. Como si Bogotá se indignara por su ausencia finalmente libera el
aguacero que habíamos esperado horas atrás, la luz naranja sigue incesante y
penetrante en las calles suaves, milagrosamente o instintivamente tengo una
sombrilla que le muestro diciéndole que se va a mojar, porque evidentemente
esta noche no va a dormir en mi casa…
Me responde que lo van a recoger y por eso
mismo yo voy a sentir más frío que él, y siento una nostalgia que no me
abrumaba desde que Romelia no ha querido volver.
Entonces llegan por él, abro la sombrilla para
recordarle que soy más propensa al helaje. Alguien nos observa desde el carro
gris, a él le deja de importar, tiemblo no sé si de frío o de nervios, pero da
igual, tiemblo y él se toma su tiempo para ver mi metro sesenta y ocho y
abrazarme en la inmensidad.
Me quedo estupefacta mientras me dice “avísame
cuando llegues a casa” y camina ignorando todo lo que no soy yo, tiene un detrás ingenioso,
uno que produce curiosidad y entonces se marcha…
Asoma su cara, lo alcanzo a ver por la ventana...esta vez tampoco puedo
identificar su color de piel, estoy perdida, si lo veo en la calle lo podría
confundir, el color de piel es determinante, nadie tiene sus marcas, su color
¡maldita sea! no sé si me quiere volver a ver, y si no lo vuelvo a ver no lo
podría reconocer ni para decir “ahí va, pero mejor me quedo aquí sentada”, es
frustrante pero no pasa nada…
Se ha ido ya, estoy con mi sombrilla de rayas
rojas y blancas parada esperando síntomas de gripa o de algo que me haga sentir
viva, he vuelvo a mi realidad, debo recordar que mi vida tiene compromisos y
que la libertad es utopía.
…No sé si estoy intrigada, solo no me acostumbro a estar abandonada y a vivir sola como una mujer acompañada.
Te amo <3
ResponderEliminar=) romantica y caotica
ResponderEliminarYo a ti mi pollo...<3.
ResponderEliminarDarMendi: gracias por dedicar tu tiempo. Un beso.
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