lunes, 29 de agosto de 2011

Los sótanos del cielo


La palabra es un ala del silencio...yo te entrego a ti, mundo de color carmín infinitas alas, miedos y verso llenos de existir solo para ver vestido el cielo rojo parma en invierno, los sótanos del cielo, el agua de las ramas que parecen vivir en un otoño eterno.

Yo no te soy infiel, pensé que sabías que era tuya, y solo tuya hasta un nuevo anochecer. Recuerdo como quedaba enmarcado el labial entre esos, tus besos mañaneros...cuantas historias imagine sobre el café.

Los sótanos del cielo estaban habitados por estrellas que emprendían caminos de cera sujetos a nuevo fuego, nuevo fuego sujeto a agua, agua sujeta a la sed del viajero. Tenían el color del infinito cuando contaba hasta 5, una especie de ámbar intenso que traía olor a panecillos.

Cantaban canciones que hacían temblar las pupilas, se movían justo como se mueve el agua mientras se navega a la velocidad de besos escondidos detrás de un par de orquídeas puestas en la mesa de noche con secretas tinieblas que aún se quedan. Estábamos tú y yo en este sótano buscándonos entre lo  oscuro, intentando sentar la cabeza y poner en el cielo un dolor que si al caso se veía como un nosotros, no era más que un cuadro a blanco y negro dentro de  un paisaje lleno de sujetos, comunes y complicados sujetos.

Te quería rayando las paredes con pasteles, pero mientras tanto estabas llenando los pisos con laureles, tocando mi pecho con la única intensión de ser velero cuando llegaras al (a)mar,  y si llegaste no hiciste olas, no haces más que esconderme en esa falta de movimiento, que me estalla y me obliga a navegar en un solo lugar, los sótanos del cielo y tu andar.

Basura, huellas en la arena, arena sin marcas, tus pies sentenciados por este calor, el calor condenado a este frío que siempre hay debajo de esto que tan solo perciben los ojos. Le digo a Tabaré que no me mire fijamente, que tiritan mis manos y entonces no puedo remar, que no quiero estar a mitad de camino, y solo me toca las orejas, sonríe levemente como siempre y se lanza de esta pequeña barca en la que intenté mantener su cara con líneas de destino trazadas.

Está en los sótanos del cielo del agua, y ahora no lo puedo salvar, aún no soy lo suficientemente arriesgada, vuelvo a estar en esta soledad que no me hace más que una estación, una parada, otro sujeto que no sabe ser sombra dentro de la luz que se asoma.

Por fin encuentro la orilla donde no soy más que la línea, de nuevo separación, límite, yo. Piso fuerte y con distancia con eso que me enseñaste es que camino hasta la cueva, donde no puedo recordar cual fue la primera palabra que me dijiste, pero si puedo recordar el sabor de los besos de despedida ¡maldito seas!.

Cierro los ojos y solo espero que entre alguna rotación de este par de círculos de humo puedas aparecer entre el ladrillo, esperando(te) conmigo, cierro los ojos y no puedo esperar por esos susurros de tu boca a las 5 y media de cualquier hora, cierro los ojos y no quiero algo más que un "no" mientras se aproxima una ráfaga de amor que nos llevará a los sótanos del amor, del amor que tiene cielo, suelo y hielo.

He dejado atrás en este valle de lamentos, las penas, las culpas y este te quiero que no te devolvió, encontré los métodos para saber cuando me llamas de nuevo, nada te ha dejado esta distancia y aún así sigues lejos, estoy al rededor de tu cuello, tápame los oídos cuando no quieras callar, y déjame hablar cuando callas, porque ahora necesito libertad, te ha llamado tu sirena, a los sótanos de un infierno que también tiene cielo, alas, y un mortal.

Sé que me llamas, tu partida no me engaña, en el sótano de nuestro cielo no hay puertas, pero si hay ventanas. Estas destinado a recordar, canta, canta y canta...

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